sábado, 31 de octubre de 2009

El capitán Ahab o la soledad de una larga travesía


Eso es lo que siento cuando abro esta página y veo siempre La Traviata, o los gatos de Rossini, cantando sus miaus, siempre sus maullidos. Y es que el blog está tan desarbolado, tan al pairo, como la soledad loca de Ahab, de su larga y tormentosa travesía a lo largo, a lo ancho, a lo lejos de su locura, la soledades ¿locas? de sus acompañantes, los cuerdos, los mansos, los héroes, los caníbales, los amigos, los amantes...
El blog ahora es la soledad de gente junta, de las cuerdas, de las mansas, de las escritoras, de las retrasadas, de las aburridas, de las del diálogo, de las de no cumplir con los deberes... tan al pairo, todas reflexionando sobre nuestros pareceres/padeceres de una gran novela, -todos dixit-, que no acaba de aparecer -la gran novela, me refiero- pero que parece que va creando el misterio y apareciendo el lujo de transmitirnos la locura, la soledad, la poesía.
A ver si las abuelas se animan.

viernes, 16 de octubre de 2009

Los gatos balleneros

Este Edgar Melville, me tiene como en ascuas con su Moby-Dick, a la cual, al menos yo, aún no he llegado a conocer. Por el camino que va preparando no sé si este libro que nos traemos entre manos, me recuerda un cuento de niños ó una leyenda para adultos; no sé si cuando desde el púlpito el clérigo nos cuenta toda la epopeya de Jonás me acuerdo más de nuestro Padre Fabian y sus batallitas en el Congo ó de otros más versados en imbuirnos sin más en dogmatismos religiosos ó, simplemente, me acuerdo de Geppetto, tragado por el cetáceo en su eterna carrera trás la conciencia de su querido Pinocho. Igualmente perpleja me deja cuando me cuenta de las fascinaciones entre Ismael y "Quique"... :P , me soslaya un sonrojo, un uyuyuyuy, que no sé qué pensar de esa relación pagano-cristiano, bárbaro-civilizado, o algo más..., todo se andará, bueno se leerá.
En fin la novela, por ahora novela, y entretenida y me evoca, como a la Maris, los tulicrenes, los colores sepias de las aventureras películas "sin rombos" del sábado por la tarde y sobre todos los "afanes educativos" de otras grandes novelas, un no se qué de didáctico, de querencia pedagógica. De momento sólo inicios de disquisiciones filosóficas, no sé hacia qué derroteros nos llevaran, como dije arriba ya se leerá.
Imagino que en todos los barcos habrán gatos, por aquello de acabar con las ratas que se les coman el grano y de ahí, en plan grandes obra de ayer y hoy, UN POCO DE CULTURA MUSICAL: LE DUO DES CHATS DE ROSSINI

Este duetto lo compuso Rossini para mofarse de las sopranos que desafinaban . No pertenece a ninguna de sus óperas. Rossini era un cachondo mental y un disfrutón de la vida que dejó de trabajar (componer) a sus 33 años y se dedicó a vivir; fue un reputado gourmet.Se suele cantar a dos voces femeninas (mezzo y soprano), acompañadas de piano y su única letra es el miau de los gatos. De ahí que resultase fácil para las cantantes en cuanto a la letra. Pero la música tiene mucha dificultad, especialmente la entonación. Disfrutarlo en esta ocasión con voces blancas. Vale la pena.

domingo, 11 de octubre de 2009

Otra vez retomada

¿Seré capaz de retomarme, me reinvetaré? ¿Se establecerá la conexión entre mis manos a la neurona? ¿Voy a ser cincuentenaria y se produce, con ello, la catarsis? Y para decir ¿qué? ¿Algo emocionante, inquietante, certero, amable, inestimable, válido, plausible?
El caso es que he empezado a leer Moby Dyck de Herman Melville y algo se ha despertado en mi interior. Y digo cuidado no te dejes embelesar/sugestionar porque has leído miles de veces -bueno, quizás no tantas- que es la mejor novela que otros han leído y que es una obra maestra... cuidado.
Pero se ha despertado en mía de bocata de nocilla... no, yo soy de tardonacilla/tulicrem, bueno, pues como iba diciendo se ha despertado el bocadillo de tulicrem con fondo de televisor, y he visto la imagen lejana, desenfocada de Gregory Peck, (eso dice Inma) azotada por el viento y las ráfagas de lluvia, izando velas, atando cabos, dando golpes e timón... Uff, qué pesado, otra vez este, piensa mi infancia. Y se ha despertado el cuento de mi tía abuela, la que hablaba vocalizando y pronunciando como las hadas (eso me parecía a mí), el Hada de las Palabras Perdidas. Y he visto los árboles verdes, que nunca han vuelto a serlo tanto y he olido el estiercol esparcido por los campos, y he espantado moscas con las manos inquietas, y he visto la figura imponente de mi abuelo, luciendo su sonrisa robada a John Wayne.
Todo esto y nada más que esto ha sido el comienzo del libro, sugerene/sugestivo (no me quiero dejar impresionar), todo esto promete y me pido comer tulicrem a ratos y entre horas, vacalizando/masticando con mis hadas, todas, de las palabras.






Como todos los Miércoles


Todo normal como cualquier Miércoles, quizá una mayor proporción de verde que otros días, pero aún así, a pesar de las ausencias debidas a distintas circunstancias, todo normal, el camarero tan diligente como siempre con su rutina que a veces por un exceso de celo no nos permite cambiar de hábitos, una, es capaz de comer eternamente lechuga por no defraudar al interfecto, hasta la falta de servilletas hacía que nada presagiara algún cambio sustancioso.
Todo normal, al principio como siempre, charla distendida durante la cena a modo de catarsis de lo cotidiano, para seguir con: “ bueno ya vale, vamos a hablar del libro”.
Hasta aquí perfectamente normal lo que se esperaba a continuación es que el diligente camarero apareciera como siempre a retirar los restos, enunciar los postres y tomar nota de los cafés. Pero no, no fue así, la espera empezaba a ser anormal, tardaba demasiado, alguien se levantó y fue a ver que pasaba. El diligente estaba sentado, inerte, sin respuesta, poco a poco y como saliendo de un sueño, ante las señas insistentes de la comensal reaccionó lo justito para moverse y atender su demanda.
La comensal volvió a su sitio desconcertada, para nada era normal la situación. Al momento el diligente se dirigió al comedor. Arrastraba sus pasos lentos desganados, su rostro lívido, su media sonrisa de incredulidad y sorpresa inquietó al grupo.
A partir de ese momento nada fue como debía haber sido. En un instante, el diligente como vengándose de la humanidad y haciendo recaer la justicia sobre esas pobres ignorantes que se creían amables, simpáticas y generosas con sus propinas, sacó una catana de no se sabe dónde convirtiendo en unos segundos ese comedor anodino en un perfecto escenario para la mejor de las películas del Festival de Sitges. Todo era pura casquería.
El diligente con su media sonrisa, dijo ¿alguna de ustedes es enfermera?.